Nunca imaginé que podía terminar jugando a la
magia. Nunca imaginé que mis manos, Julia querida, pudieran ser capaces de
transmitirte tanta alegría. Habías empezado a observar tu mano izquierda con
sobrada insistencia y detalle. Sucedió entonces que la casualidad me llevó a mover
mis manos en el aire, frente a vos. Para un lado, para el otro, mano libre que saluda,
que dice chau, y entonces la magia: tu labio superior que se hizo línea (así
cada vez que tus ojos avisan que se viene piquito alegre), una línea de
horizonte aparece en tu cara, porque la sonrisa, la felicidad, el asombro te
gana, y entonces el susodicho labio se hace trazo leve dentro de la más pura de
las sonrisas: si siempre hay luz en tu carita, sale el sol en este tiempo de destino
y horizonte de lo más humano. Mirás con atención, asistís a no sé qué revelación
placentera, no te perdés movimiento, mis manos adquieren vida propia,
personalidad festiva. Las pienso humanas, ellas por separado y jugando juntas: animales
de regular porte, cada una siendo un alma, una señal. Con mis manos en el aire
sé que puedo anular hasta un llanto de regular intensidad: qué misterio, qué
artefactos del sueño, maravillosos juguetes estas manos de contar historias, pero
esta vez en el aire, a lo sumo volando a la distancia sobre un papel y una
lapicera roja. Mis manos para vos, en casa, en el momento menos pensado,
invitando a la alegría de manera tan natural y simple. Manos hermanas cuando
las tocás con tu magia.
lunes, 20 de agosto de 2012
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