Pensamiento uno

Desde que descubrí el camino hacia la luz, no paro de rebotar contra la lámpara.















UPCN Feria del libro 2018

UPCN Feria del libro 2018
Presentación de "La marca de Gualeguay 1".

Pensamiento dos

A tener en cuenta: la felicidad es un arte efímero.

miércoles, 19 de octubre de 2022

Apuntes de Buenos Aires (selección)

Rolando Lois por Alejandro Lois

  

Una chispa en la noche. Una imagen. Un pensamiento. Un recuerdo. Un sucedido en el día más simple. Una caminata por el barrio, la ciudad. Solitario. Silencioso. El impulso de tomar nota, de laborar el apunte en la memoria de la novela propia. Aquí un adelanto de los textos aparecidos. Título de la fantasmagoría completa: Apuntes de Buenos Aires.

 

sucedido en las calles el fin de la infancia / gira la tapa del frasco / que guarda las bolitas con que jugara mi padre / el pibe de Boedo que sería mi padre // guarda además el mismo frasco las bolitas con que jugara el pibe que fui // el pibe que viajó hasta éste / mi hombre viejo que regresa en mi mano de escribir // aprieto fuerte y suelto un puñado de bolitas / sábado sobre los adoquines del pasaje / San Ignacio casi Boedo / las bolitas chocan entre sí / estalla el cielo en esta tierra / pinta mundos calesita de plaza // recuerdo y olvido / las sintonías del tiempo // en los barrios de una Buenos Aires parida galaxia / canta el poema la memoria de los viajeros / clarea la ceniza del río

 

un destino el aroma / pincelada de azar en la vereda al sol / remolino el color el impulso vital / en el aire de la mañana / salir y caminar el barrio / nada más simple // tan humano el movimiento / de quien nunca tiene toda la baraja / esa ronda para dar y hacer / el bien o el mal / tan lejos la certeza // aquello que se puede / una manera de nombrar el misterio

 

un nosferatu descarado sobre la avenida / pleno sol en la mañana / triunfal sobre la luz / levanta lleva transporta / sobre su gorrita amarilla / un ataúd barato flamea en el viento // caminito con dos nosferatus / tramo corto entre el camión y la funeraria / entre la planta y el hormiguero las hormigas // ataúdes livianos / brazos estirados en la altura / el peso de lo vacío / sobre el hombro / el nosferatu sin gorra / también levanta lleva transporta // alrededor del laboro silente / en medio de la vida veloz de avenida / pocos ven la secuencia / un aire chamuyo de incierto después // ataúdes livianos como en el cine / nosferatus de ciudad pandemia / no filma Murnau ni Herzog / dice el testigo que todo llega / huésped llamará en hormiguero / cuando mientras tanto la avenida suceda

 

la garúa de los días / se llevó el color de la rayuela // esqueleto negro ceniza / sigue siendo escalera hasta el cielo / en un destino de vereda / de barrio natal // bajo el cielo nublado de la mañana / un viajero / la piedra de la locura en su mano / juega sortija en tiempos oscuros

 

el poema más sustancioso / que leí en los últimos tiempos / fue un pastel de papas / que con sus manos hizo Virginia // pleno el poema de colores y pequeñeces / de sílabas como en fiesta de plaza / completando las palabras necesarias / para decir la felicidad // sucede cuando al fin el arte vence al hambre / sí, porque hallada fue la felicidad en un poema / hecho de libertades y encuentros / a la mitad de un día / dentro de un mundo libro / una casa con amigos

 

en la calma / el aroma / el pensamiento de la lluvia lenta / una gota aquí / otra más allá // mientras la lluvia / te dejo memorias // para vos la lluvia / que nos trae, nos lleva / desde la ventana de ayer / cuando la vida comenzaba / una vista de techos bajos / pulmón de manzana / barrio de San Cristóbal

 

una ronda de vino tinto / en noche de palabras amigas / sucedió en Boedo / mi tío Juan prometió / que si había manera / volvería // después del trago prometimos / quien primero viaje / vuelve y avisa // sucede en sábado / en Boedo / cuando abre su mono la medianoche / un algo misterio gira / retorna y gira / y desliza en la copa / y retiembla en su centro la memoria // verdad es / cuentan felices / las palabras alrededor del vino

 

Jesús permanece caído / sobre los adoquines de Somellera / de pie la virgen María / que las mujeres casi siempre // otros personajes / católica la pertenencia / rodean en extraño pesebre / al Jesús adoquinado / a un lado del contenedor de la basura // el grupo de figuras / esmalte impecable / refleja los brillos del sol / en la sombra que nace de un auto estacionado // sobre los adoquines / otros personajes abandonados / a la deriva // el silencio de ciudad pandemia / torna visible lo invisible / cuando cercano el contenedor / el auto ajeno

 

de vez en cuando / encuentro un viento misterio / volando avenidas y calles // ocurre cuando salgo del puerto de mi refugio / sin saber a dónde ir / sin para qué alguno / caminar con el destino puesto en la nada / así viajero hasta que el paso avise cansancio y olvido // cuando salgo a matar tiempo que achique la espera / digo que puede ser / las historias se curvan y besan la tierra / cuando hay un misterio en el viento sideral de Buenos Aires

 

la realidad es un dragón de komodo / que se traga un mono / (nada de monito) / un mono mayor de edad / que solo puede defenderse voto en mano // aún está vivo / la mordida del dragón al cuello / respira / mientras lento deriva a bodega // la boca del dragón se cierra / estira el cuello / se mantiene erguido / la vida se apaga / dentro del rey de amarillo // a la vista la promesa / un puñado de decretos con mordida feroz // las maneras del dragón / avisa rapidez obscena

 

dentro de la nueva mañana / solitario el churrero de ayer / al lado de un changuito destartalado / ofrece churros en la puerta del vacunatorio // en tiempos finales de ciudad pandemia / alta la voz en la avenida // nadie en la vereda / un espantapájaros aburrido en la puerta / vacío el playón de San Lorenzo // churros hace / dice que hace pero no vende / el churrero establece el gesto / entona como plegaria / lejano canto de rana / no hay arboleda y menos un charco / churros ofrece el llamador / mientras aguarda una señal la magia necesaria // sucede la mañana / repite el sol / se arrastra por el cemento

 

de repente la palabra / este apunte amanecido / de repente la vereda bajo el sol // incertidumbre está? / claro que sí / viste sombra de rosa china / lejos en la infancia // ensoñación de alma guía / de repente es la ciudad / que regresa y se va / es el barrio de repente // en el refugio / espera el día vuelto silencio

 

la terraza / en una casa de barrio de ayer / donde despacioso acude el pasillo hasta el corazón de la manzana / una enamorada besa el muro / abrazos abajo hay un jardín // en la terraza / una comunidad de arañas pequeñas / juega en su insignificancia / un pasillo de alambre es cada noche / a resguardo de miradas el curioso laborar // en cada broche la telaraña amanecida / sorprende su casi infinita levedad // muerde el broche la ropa / morderá la araña de su broche tejido / modesta la mecánica que aguarda y atrapa la humedad del universo // no hay broche libre de telaraña / cuando llega el dios simple del quehacer humano / desde la tierra sube los escalones donde deja su marca el tiempo // en la terraza / desborda de historias el fuentón amarillo // la mano húmeda abre los broches / muerde el destino / la memoria de las arañas

 

veo aparecer a mi padre / camina como ayer / viene desde el abismo prometido en una hoja en blanco // nuestro padre vuelve gracias a la mano del artista / mi hermano / lo compone a trazos cortos y largos / leves y acentuados / que así se respira aquí y en el más allá // una línea de algo misterio es la muerte / más otra línea de corte espiritista convoca el lápiz / y nuestro padre carga dos cuadros / uno por mano / mira las veredas que pisa / sucede en Boedo donde se hizo hombre // el abismo ya no es blanco / en la memoria la carbonilla de lo humano // el padre como salido del viento / como si ahí estuviera esperando / cada vez que un hijo dibuja / mientras el otro escribe

 

el cielo bajó a la tierra / Mármol casi Las Casas / la urbana constelación del escarabajo // cada estrella un color de ayer / rojo negro verde / el brillo / en la nao que aún puede / la quietud / cuando el silencio apaga el viaje // ceremonia pagana / ofrenda bajo los árboles / una memoria simple en barrio universo / los escarabajos sueñan en la calle / aguardan la chispa / que cosecha el mago en su taller mecánico // el hacedor boceta el juego cambiante del día / con mano amiga / estaciona un escarabajo aquí y empuja otro más allá / asfalto y vereda / la constelación a media mañana // en tierra santa / aún se recuerda una historia de encrucijada



jueves, 6 de octubre de 2022

Desde el Cao



Escuché el llamador en la memoria. Otra aparición. Fantasmagoría en medio de la escritura. Desde el más allá del cielo de Boedo y San Cristóbal saltó sobre la cubierta del barco Guillermo Pérez Bravo. El buen fantasma del Gallego apareció mientras trabajaba en un texto sobre Buenos Aires. El susodicho texto lo pedía mi amigo poeta José Muchnik. Texto para acompañar la reedición de su Guía poética de Buenos Aires. Invitó el poeta a un puñado de escribas. Todos ellos sentados a una mesa de amigos en el Margot. Sucedió entonces que el Gallego se descolgara en la cubierta de una tinta que intentaba decir Buenos Aires, nuestra galaxia. Pasaron unos días. Luego de aparecido en el texto, Guillermo regresó eterno en la fotografía que le tomara Mario Bellocchio. Primero volví a lo escrito cuando supe de su muerte, en agosto de 2012. Y luego a la nota publicada en Desde Boedo en abril de 2011. Su título: Navegar mar afuera. No tenía consciencia de la cercanía de las fechas. Seguí el impulso. Trepé al árbol donde guardo casi todas las charlas que mantuve con viajeros de Buenos Aires. La idea siempre fue escuchar aquello que el otro contaba, el elegido, el que bien podría ser personaje de novela o que ya lo era, porque viajero él en el barrio, la ciudad, y viajero él en la crónica, la novela o el poema. La susodicha ciudad en su escritura cotidiana. El Gallego timoneaba el barco interior del Cao desde detrás de la barra. A lo largo de la misma se disponen los tres mástiles que sostienen el cielo del bar. Tiré de la sortija en el árbol donde guardo lo dicho por tantos viajeros, y fue rescate la tarde de un día de marzo de hace años. ¿Y eso?, preguntó. Yo no había avisado de la presencia del grabador.

Regresa. Vuelve. Retorna. Aquello que ya no es, y que, sin embargo, sigue siendo. Aroma de barrio. Matheu e Independencia. Esquina de ochava vidriada. Las mismas baldosas que gastaran los hermanos Cao. Los charlistas sentados ya en la órbita de la mesa de café. El Gallego detrás de un Fernet. Regresa el murmullo del bar. El de la vereda. La voz que cuenta. La que pregunta. Las que pasan cerca de la borda. Los autos en la avenida. La tranquilidad del Guillermo Pérez Bravo, dibujante.



Recuerdo que el Gallego sintonizaba la radio en el Cao, entre tango y rock encontraba momentos especiales de Los Beatles, Led Zeppelin, Deep Purple. Navegar mar afuera, un tema de Quemar (álbum de Deep Purple) sigue sonando cada vez que vuelvo a lo dicho aquella tarde. El tiempo, el mar se escurre entre las historias: Nací en Galicia, en el pueblo más lindo de Pontevedra, O’Grove, fundado por una familia de origen celta. A los cuatro años me trajeron para acá, soy más porteño que gallego. En el año 90 tuve la suerte de recibir un dinero de una casa que se vendió allá, me lo dio una tía, me dijo: es para vos si prometés que vas a ir a conocer el pueblo. Fui, allá viví un año. Soy del 49, volví a los cuarenta. Tuve el tino de llevarme los pinceles para pintar letras de publicidad, acá laburaba de letrista y hacía un poco de fileteado. Me encontré con que allá pintar los vidrios no se usaba mucho. Al principio tenía guita, pero después tuve que laburar. Ofrecí mi trabajo en una ferretería y ni siquiera pasé presupuesto, arreglé el pago para después, que mandara el resultado, y así fue, me pagaron más del doble de lo que yo tenía en mente. Les gustaba el toque que le daba a las letras y me empezaron a conocer. Fui un poco a hacer la vida de mi viejo, que fue marinero, entonces iba a todos los boliches donde paraban ellos, compartí vinos, me agarré unos pedos mortales, hice amigos marineros. En el verano levantan los barcos para calafatearlos, pintarlos; empecé a pintar barcos, a pintar sus nombres. No les cobraba, me daban lo que ellos querían, me parecía mal cobrar por hacer algo que para mí era un placer. Me llamaron de un bar para pintar un mural, yo había trabajado acá con un grupo de docentes muralistas, el fundador del lugar había muerto y también había sido pescador. La hija quería pintar su retrato, me dio una foto del viejo remando en una dorna gallega, una embarcación pequeña de remo y vela cuadrada, y me indicó la pared del boliche, lo hice y me pagaron una enormidad de guita, dije que me parecía mucho, pero estaban conformes: el trabajo al parecer lo valía. Siempre me impresionó la actitud de los comerciantes, yo estaba acostumbrado a los de acá, que siempre te pichulean el mango.

Una vida dibujando mientras la calesita con sortija gira en la orilla de una ría, cuando el sueño del mar entra a la tierra: Toda la vida dibujé. Digo que a mí me nació. Qué sé yo, a los siete años copiaba historietas. Cierto que mi viejo dibujaba muy bien, pero él no se dedicaba al dibujo, él hacía maquetas en miniatura de barcos veleros, tengo todavía un par de ellas en casa: la última, una goleta de tres palos sin terminar. Siempre me impresionó ver cómo hacía su trabajo, los detalles, las roldanas, los mástiles, las sogas, con una navajita, sin clavos, todo encastre, creo que un poco puede venir por ahí. Mi viejo tenía el pueblo en la cabeza, un pueblo que da al mar, a la ría, todos sabían de barcos, especialmente de veleros, los tipos se manejaban la vida pescando. Desde ya que todo ese laburo artesano jamás se lo pagaron bien, los hacía y después prácticamente los tenía que rifar.

A Mitad de los ’80 fue cinco años a Estímulo de Bellas Artes a tomar clase de modelo vivo: Había tomado una velocidad impresionante con el dibujo. Mi ídolo era Toulouse-Lautrec. Pero después quedé marcado por todo el movimiento impresionista, con su ruptura.

Su abrir la puerta para salir a jugar: Laburo mucho con el automatismo, empiezo a tirar líneas sobre el papel y voy encontrando formas. Soy figurativo, pero ejercito el ojo de esta manera, puede haber un disparador externo, pero no necesariamente. En definitiva trato de encontrar distintas maneras para entrar al juego, porque de eso se trata.

En el juego íntimo: Con el dibujo soy un anárquico, no hay vuelta, ante todo dibujo para mí, lo hago por placer, no dibujo para ver qué pensás vos, desde ya que si le gusta a la gente mucho mejor. Funciono con las ganas, como ser ahora hace meses que no hago nada, no hacer no me asusta, pero me doy cuenta de que algo me falta, es mejor si vivo dibujando. El placer primero es para mí, y es además una excelente terapia, cuando estás dentro de un dibujo te olvidás del mundo, te olvidás de lo que pasó acá adentro, qué problema tengo con mi mujer, estoy ahí, en el dibujo.

Cuestión de principios: No me considero un artista, yo dibujo, intento crecer, pero no tengo techo, una meta, yo no dibujo para vender, de hecho agarré este trabajo para seguir haciendo lo mío. Siempre estoy desconforme con lo que hago, nunca me la creo, ni siquiera cuando el elogio viene de parte de un artista como Jorge Meijide, que es un amigo. El asunto es seguir encontrándose con uno. Las apariencias del mercado no me interesan, podés putear por las injusticias que genera, pero la cuestión del arte, de aquellos que se acercan a la categoría, pasa por otro lado.

La mirada desde la cubierta del Cao: Detrás de la barra, en algún papelito, siempre dibujo algo, un esbozo mínimo, una mujer que me interesó, un viejo leyendo el diario, en Estímulo aprendí a plantar una imagen en poco tiempo. El trabajo me gusta, este es un lugar que está vivo, la gente lo hace así, viene gente de valor. No creo que pueda vivir solo dibujando, en algún lado soy bastante vago, soy de dar mucha vuelta, porque tengo fe en mi facilidad y rapidez, y muchas veces me pierdo en la contemplación. En mi caso no sé si dejaría de trabajar en un lugar como este, por esto que te digo, la gente, que es muy interesante, acá vienen artistas como León Ferrari, que tiene el taller cerca, y Jorge Nigro, el hecho de que vengan a este bar para mí es un aliciente. Es mi trabajo, pero tiene un agregado. No podría dejarlo porque necesito comer, con mis pinceles siempre viví galgueando, estoy obligado a tener algo seguro, y pienso que no está tan mal, peor ser bancario o trabajar en una oficina: acá nunca es lo mismo. Sigo haciendo lo que quiero hacer, dibujo, y siempre hay que pagar un precio, porque guarda, está todo bien, pero esto sigue siendo un trabajo y como en todos, también se putea.

El Gallego de regreso. El salto sobre la cubierta de mi tinta. Escucho la charla en aquella tarde. Busco lo publicado. Escribo esta tinta para otra vuelta bajo el sol. Aquello que ya no es, y que, sin embargo, sigue siendo.

Foto de Mario Bellocchio