Pensamiento uno

Desde que descubrí el camino hacia la luz, no paro de rebotar contra la lámpara.















UPCN Feria del libro 2018

UPCN Feria del libro 2018
Presentación de "La marca de Gualeguay 1".

Pensamiento dos

A tener en cuenta: la felicidad es un arte efímero.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Fantasma amigo: Guillermo Pérez Bravo

Guillermo (el Gallego) en el bar de Cao. Foto: Mario Bellocchio.

Creo que sin “querer queriendo” me ausenté del Cao. Sabía que el Gallego estaba jodido, pero no quería saber hasta dónde podía llegar el puñal. No fui su amigo, apenas compañero de café, de charlas esporádicas, pero esos diálogos nos fueron dando la pista de que andábamos por las mismas veredas artísticas, éticas, humanas. Él dibujaba, y fue un lector atento de mis historias. En el Cao, de tarde, escribí varios libros. El Gallego abandonaba el timón del barco ubicado detrás de la barra (el Cao es barco de tres mástiles, por si no lo notaron), para encender las luces. Veía que escribía en la sombra y me decía: ¿Y encima con tinta roja? Las pequeñas charlas me tentaron y en abril del año pasado lo entrevisté para Desde Boedo. Titulé la nota: Navegar mar afuera, y quedé muy conforme con sus conceptos, su pensamiento, su memoria de vida: Bueno, detrás de la barra, en algún papelito, siempre dibujo algo, un esbozo mínimo, una mujer que me interesó, un viejo leyendo el diario, en Estímulo aprendí a plantar una imagen en poco tiempo. El trabajo me gusta, este es un lugar que está vivo, la gente lo hace así, viene gente de valor. No creo que pueda vivir solo dibujando, en algún lado soy bastante vago, soy de dar mucha vuelta, porque tengo fe en mi facilidad y rapidez, y muchas veces me pierdo en la contemplación. Era el Gallego quien sintonizaba la radio en el Cao: tango, rock, y encontraba momentos especiales de Los Beatles, Led Zeppelin, Deep Purple. El Gallego, después del día de trabajo, se sentaba en la última mesa por Matheu para saborear un fernet y fumar un cigarrillo. Era una de sus ceremonias.
Acabo de entrar al Cao, acabo de enterarme que dos viernes atrás, a mitad de este agosto, el Gallego se fue a dibujar al otro barrio. Era del 49. Luego de muchos días vine con la idea de reencontrarme con la escritura en mi café, y así lo hago, escribo sobre este personaje de Buenos Aires. Por la mañana le escribía a Julia, mi hija, sobre la memoria. El día transcurre y sigo anotando memoria. Buena señal.
Guillermo Pérez Bravo figura en las páginas, y en la dedicatoria de mi novela Fantasmas en el cemento: Guillermo en el Cao como fantasma amigo: el Gallego, otro buen tipo, en mi memoria.