El 22 de mayo a la tarde: uno, dos y tres. Tus
primeros pasos entre los puertos más cercanos: mamá y papá. Hasta ese momento nuestra
maravilla consistía en ser testigos del instante en que soltabas amarras y te
quedabas paradita sola. Acentuabas el logro,
para festejarte y para contar con nuestra atención, con un gritito agudo
de felicidad. Ahí estabas, puro brillo, porque te dabas perfecta cuenta de la novedad.
Después del grito te mantenías un ratito con sonrisa y tensión al tono. Luego volvías
al apoyo. Sabés, ver cómo venís caminando hacia mí, apuradita, brazos que se
agitan y pasos cortos, es de las imágenes más maravillosas de las que he sido
testigo. Te cuento que en esta vida he visto maravillas: vi la cara de mamá
cuando le di el primer beso, vi el punto final de una novela que me llevó cinco
años escribir, vi la felicidad en personas que quiero, ja, pero ver cómo
caminás hacia mis brazos: tu sonrisa, la mirada, la emoción, sí, hija, como te
decía, he visto maravillas en el cielo de este mundo.
miércoles, 26 de junio de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario