La
ventana de Perchivale
Un
suspiro de último botón. Una última caricia de mano izquierda.
¿Último
suspiro de un tango? ¿Último paisaje de un chamamé?
La
alegría de amasar música, se dice Ernesto Perchivale.
Entre
las almas de don Ernesto, un pensamiento hace punta en la tarde. Desde las
sombras y los silencios del boliche, desde esta, su majestuosa soledad de
hombre viejo que piensa, mira entonces a través de la ventana cerrada con
abrazo de maderas, y alcanza a ver el curso de un tiempo que amanecerá, que
será, cuando ya lleve casi una eternidad de muerto.
Siempre
se trata de una eternidad limitada, tanto la vida como la muerte. De eso hablo,
se chamuya don Ernesto. Estuvo bien si en algún momento, cuando jóvenes, con tanto
derecho fuimos inmortales, eternos, invencibles; y habrá estado bien cuando de
tanto estar muertos dejemos también esa eternidad de lamento y ausencia; porque
al fin naceremos en el profundo abrazo del olvido.
Pero
mientras seamos eterna memoria en la muerte, no faltará quien se arrime a esta
ventana, ahora cerrada, y quizá mañana también, para decir que aquí adentro, una
vez, supo imaginar un hombre al que le gustaba tocar el bandoneón.
Es
posible que suceda, en una tarde, que un alucinado asegure haber escuchado un
último suspiro de botón, una última caricia con la mano que llega directa al
cuore. Habrá también quien se pregunte por el destino del instrumento. Habrá todavía
muchas palabras cuando don Ernesto muerto sea.
El
pensamiento amasado, como si de música se tratara, derivó por el canal abierto
en la madera. Un aroma de ausencia casi al pie. A jugar en el tiempo -se dijo
don Ernesto-, que hoy es buen día para entender de futuro.
Hasta
este día, a través de la ausencia, el aroma: madera que falta y pasaje otoñado,
llega una memoria de buen fantasma.
Sucedió
en uno de esos momentos de amable remanso que a veces guarda la tarde. El final
del silencio de la mano del primer grillo, el canto de una rana, y esa música que
llega hasta el borde impreciso del misterio. Desde este misterio se escapó un
último suspiro en la ciudad/río de Gualeguay.
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