Boedo y San Ignacio. Foto: Mónica Aisemberg |
Hago mi vida
en Boedo. Mi vida dentro de la vida grande, mi barrio dentro de la galaxia que
abraza barrios: Buenos Aires. La radio suelta la palabra en el refugio. El dial
en la AM 750. Otro día. Cada uno de estos días. Un tránsito en soledad. En mi
silencio. Casi no hablo. No me hablo. Pienso. Cuido la moneda en el celular. No
tengo internet. El departamento es único testigo. Es refugio. Mi pedazo de
madera luego del naufragio. Se hundió mi Titanic. Hasta ayer flotaba a la
deriva, trataba de durar o de salvarme, de llegar a alguna costa. Sucedió que
quizá alguno de mis dioses escuchó la letanía, el cursor estelar que boceta mi
escritura: hasta el cotidiano llegó un bicho, y la invasión, y luego, dentro de
la pandemia, volvió acentuada la oportunidad para una mirada clara. Pienso en
un silencio devenido esencia fundacional, creativa; un silencio de origen, de viento
nuevo; el silencio como invitación al pensamiento, a una consciencia vital para
así llegar hasta la mirada clara que anoto. El pensamiento necesita que un buen
silencio ponga fin al barullo mal intencionado.
En la
historieta inaugurada no hay copos de nieve en el jardín. Tal vez hubo
manipulación de parte de uno de los imperios en pugna. Vaya el pueblo a saber. Pero
hay algo que sí se sabe, como todo bicho canasto, este también venía con
sorpresa -una muy distinta al Topolín de la infancia-: una bolsita trucha con chupetín
amargo y con chuchería de escupir egoísmo. El bicho canasto viaja desde lejos,
y el bicho en él oculto se quita la careta y renace en los asociados de siempre.
Bicho y
asociado no viajan en tren, llegan en avión. Andante en clase media y andante en
clase mayor. Ante las recomendaciones del Estado frente a la pandemia, el
asociado oculta, olvida estadía. Para qué acordarse de tantos detalles, mejor no hablar de ciertas cosas. Olvida
además la labia orgullosa con que se chamuyaba: Mire, don asociado, qué bonito es
mirar desde arriba. El barrilete con tiros defectuosos podía resultar huésped.
En avión carabela la santa maría se la pinta -caripela mentida- como si fuera
la niña que nada recuerda de Europa ni de los mongoles y chinos que viera Marco
Polo.
Bicho y
asociado se revuelcan y juntos nacen más
asociados. Andante de cerrar el puño y cargar -yo en clase media y yo en
clase mayor-, de apretujar changos: meta frasco de mermelada sin color, peor
que el famoso deme dos. Jamás una
duda con higiénico del mejor. El que sigue en la fila no importa. De solidario
ni sombra en el asociado que anda y se maquilla. Andante extasiado sale pleno
del mercadito chino, y harto lustroso del hiper. Avanza el andar del andante
que escombra el paisaje. Prepotencia
de paco plástico, marroco de dios salvador, hostia/estampita que baila en la fule
pertenencia. En pista de finirla se eterna
el tango ceguera: andar contra un tiempo/sueño que quiere cantar para todos un
destino mejor.
Andante y
viajero, amigo primero del bicho, ¿de dónde es que viene el caballero? Desde una
esquina de bar en la ciudad que hermana, se ventila: Es otario de barrio bien, garca
de country y palacete que se quiere esfumar. El piola zurce, con labia y ovillo
de enredar, su tragedia de derechos mancillados. Una maligna payasería apronta otra muerte con clase
ante los ciegos que no quieren ver (ensayó Saramago). Conspirados los descontadores
que ciegan con mentiras y nubes fulería. Destructores mano lista, bolsiqueadores desde un asiento en
primera. Mientras tanto el mundo escombra,
se escombra. Corta la vida del otro el
filo maula del egoísta. Así en el cielo, cuando el avión, como en la tierra,
cuando se atraganta el carro con mercadería (sin importar el precio asesino que
anota otro de los asociados). Andante y viajero este virus con cara de bicho
conocido: vive del barullo, baila sobre la cáscara del día, no quiere saber de
destinos. Sin embargo el andante y viajero, su sistema, saca sortija en cada
órbita de había una vez.
Que no me
quedo en casa, dice el bicho, el andante viajero, y el andante de cabotaje, ese
que no se pierde vacación de fin de semana ni aunque vengan degollando. ¿A
solas con quien soy? ¿Quince días, treinta? ¿Sin cuatro o cinco en el fondo para
que alimenten la tribuna? Mi dios de los domingos: ¿A quién comprar el alimento
balanceado para pollos? ¿A quién exigir mi libertad de mercado?
En la
primera tarde del otoño se escucha, sábado en la ciudad, por la tarde, la respiración
lenta del último calor. Se escuchan, escucho, casi nada más, yo mismo, el que
solitario anda por la vereda de la avenida, escucho, digo, mis pasos, casi nada
más, escucho, yo mismo… y nosotros, los pasos que se escuchan pasos.
Todos
nosotros los muertos, también nosotros en la película del mundo desdichado, con
primeros planos de miedo y silencio dentro de las casas.
Boedo no
escucha tangos, se viene tras mi avance de muerto, sobre el cemento vacío de
Garay, mis pasos hasta la esquina de barrio, bolsita del mercado chino que
flamea con un vino barato dentro de un corazón que piensa en acostarse cuando
la noche sea en el tiempo en que suena la radio.
Impresiona
la ciudad de desespero escondido, presiona el cuore que escucho me dice: solo
deberás cuidarte, solo transitar la ciudad muda, y solo morir si te toca; solo,
además, deberás contar las monedas hasta la última, que muchas no quedan.
¿Cuántas
vueltas más hasta el giro cerrado sobre el mercado chino de Pavón? La calesita
detendrá sus caballos y yo estaré solo en el centro de la plaza. El jinete, su
tos poligriya tallada en la misma madera con que corren los caballos luego de dejar
el día.
Toda vida
tiene su calesita, contra las agujas del reloj gira y se eterna el tango: el baile de un mundo que al fin se ha roto.
¿Qué, cómo
nacer desde el silencio en esta ciudad con aire de decorado? Escuchando el
silencio entre mis pasos apareció la idea de esta escritura que junta historias
de broncas, derrotas y posibles victorias. Imágenes, sensaciones, la realidad y
la ficción de las palabras, todo el revuelto Gramajo sobre la calesita de los
días que, a diferencia del paisaje, gira rápido. Entonces uno se mira en el
espejo propio y pasa al espejo de todos. Desde cada refugio se busca ser parte
del refugio de todos; es el pensamiento y la toma de consciencia la llave que
habilita la puerta por donde pueda circular la suma de los nuevos pasos, esos
que se escuchan, esos que alumbran los caminos luego de habitar tiempos de
encrucijada. Sueño con una sociedad héroe, con otro final, basta de finales de
película: la docilidad de la costumbre. Recuerdo a Juan Salvo, el eternauta, uno
más de nosotros, uno más entre nosotros, un hombre de historieta argentina
donde el pueblo termina con el invasor y sus asociados.
El renacimiento
de una mirada clara como herramienta para una renovada pertenencia a aquello
que apuntala lo humano, el derecho olvidado. No toda la sociedad argentina, tampoco
la global, entiende memoria y derechos humanos. Filos como neoliberalismo, mérito,
egoísmo, odio, pertenecen al serrucho con que el lobo trabaja el barullo en la
caramelera del que no se sabe ignorante, del que no sabe que él mismo es filo
del hacha de nublar del verdugo.
Tiempos de
aislamiento. Muestrario salvaje de la estupidez humana trabajada día a día, cuando
la velocidad funda el olvido (Marcelo
Schapces). A la vez, horas para encontrarse pensando, leyendo más allá de la
historia propia, por dolorosa que esta sea. Existimos, existiremos en tanto
podamos ver al otro, ser en el otro.
Era un día
con el corazón asediado. Escuché mis pasos en Mármol y Garay. En todo el día
había pronunciado una sola palabra: Gracias, dije al chino. Supe que ignoro
cómo termina esta historieta. También supe que no estoy solo en este mundo
enfermo por el virus de un capital que discrimina, excluye y mata. Luego
encendí mi radio, la mirada clara desde la esquina del barrio de todos.
1 comentario:
Estas crònicas aisladas nos revinculan con el paisaje interior que surgen tras naufragar las veinte mil leguas de viaje humano en estas calles cuasi fantasmales, en esta "ciudad decorado" El otro no està en esa mesa de cafe pero se erije como promesa, en este tiempo de espera y reflexion. Intensa radriografìa del alma humana! Gracias por la hondura de tu pulso
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