Bajo el sauce |
Estábamos de vacaciones en Gualeguay.
Alquilamos un departamento chico en un lugar ubicado a unos kilómetros de la
ciudad. Tenía parque, dos piletas, cuatro churrasqueros, y varios árboles.
Había cuatro departamentos más, y en uno de ellos una nenita de cinco años
llamada Inti. Cada vez que la veías, sonreías y estabas atenta, Inti siempre se
acercaba a saludarte. El primer día te trajo un obsequio hecho por ella: un
palito de unos quince centímetros, un pañuelo de papel enrollado sobre la parte
media del palito, y una de esas manitos chiquitas, de plástico, que sujetan el
pelo, ajustando el pañuelo sobre la madera. Inti era flaquita, usaba ropa de
muchos colores, y tenía las uñas de las manos pintadas de color amarillo. Su
familia llegó de Perú en los 90. En uno de estos días de vacaciones por fin
encontré el momento para hacerle a mamá Evangelina una pregunta que hacía meses
me daba vueltas en el pensamiento: Eva, ¿qué es amamantar? Mamá dijo: Uno le da
todo lo que necesita la persona que tiene que cuidar, con un solo acto lo
abraza, lo mima, le da amor, lo alimenta, es como el estado ideal de
acercamiento con otro individuo. Si uno quisiera a alguien y de tocarlo pudiera
brindarle eso que uno brinda cuando da la teta, sería perfecto. Por ejemplo,
cuando alguien está mal, alguien que querés, una amiga, un hermano, o tu viejo,
es como tener el poder de curar todo. Está bueno, ella llora, hay veces que es
de maña, otras de hambre, o porque se angustia, y vos sabés que con la teta solucionás
todo. Julia se siente muy segura mientras toma la teta, juega, se ríe, se
esconde, me pellizca, porque uno la coloca en un espacio que es de ella. Creo
que mamá Evangelina hablaba de la felicidad, la tuya, la de ella, y la mía
cuando las veo entre los juegos y las caricias en torno a la leche. Mientras
mamá hablaba bajo el sauce y papá grababa sus palabras, se escuchaba el sonido
misterioso de las chicharras: la voz de la naturaleza en el aire de Gualeguay.
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