A todos nos llega. Habrá que finirla,
muchacho, avisaba Julián de Buenos Aires. En el barrio de donde vengo había un
sabihondo que también te la explicaba. A los más limpios de alma, a los
acechadores de la suerte, a los poetas melanco, y a los turros, a todos en esta
fauna de la vida, les llega su Parca, la demócrata. Se lleva al rico que anota un
día más de ostentación; chau para el pobre en sus dos categorías: el que sólo
se lleva su verdad ácrata, y el humillado que parte con un chamuyo de domingo
bajo el brazo. Funeral de lujo escuché que tuvo un astronauta ruso. Eterno el diquero
en la órbita, sin aire no hay bichos. En cambio por estos lares sobra el aire y
viene cargado, porque el bicherío presto se reúne adentro y afuera. Cuanta más
moneda tenés más bichos juntás. La moneda tiene aroma, también la madera de
mucho lustre. En el barrio que más quiero hubo un pintor que compuso un paisaje
de La Boca en el
interior de su sobretodo. Distinto hizo el fileteador que le mandó fioritura a
la cáscara. Exhibía los navíos, uno para su mujer, en el living de su
departamento en San Telmo. Es distinto irse en colores que en brillo de madera
casi espejo. En mi caso elegí la palabra: tengo la receta de una rápida memoria
escrita en un papelito para que bien encaje en la pilcha de todos los días. Y
eso sí, encajonados los recuerdos, me voy para el fuego. Para hacerme humo y
ceniza. La escritura es mi manera de sumar historias en la historia de la
ciudad. Finirla como hoja y tinta, si es posible en letra de molde. Con la
mirada detenida en el corazón de la llama. Escribiendo colores.
jueves, 9 de enero de 2014
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