En tardes de calor, cuando el sol va marchando
hacia el bolsillo de la noche, vos y mamá Evangelina se preparan en el patio.
Vos con la regadera que te trajo la abuela Adela mientras mamá dispone su juego
de mangueras para cubrir todas las distancias del jardín. Nace el riego. Te
encanta. Te vas empapando de a poco, pero guardás para el final tu cabeza. En
el extremo de la manguera más larga se aferra la figura del sapito de plástico
azul: el fabricante de lluvia. Ves la flor de agua hacerse lugar en el aire, y
enseguida te gobierna la mirada pícara. Primero caminás, después corrés en
círculos, entrás en órbita sapital, y empezás con la risa el desafío de los acercamientos
y retrocesos. Pura diversión mientras tus círculos se van cerrando para que te
encuentres casi cara a cara con la garganta fina del volcán. La risa deriva en
grititos muy agudos. Así el festejo del agua amiga entre las plantas de mamá,
sobre el pasto, entre los árboles de naranja, el laurel, los rosales, entre los
momentos donde nace la felicidad y se moja tu cabeza.
miércoles, 29 de enero de 2014
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