Cuando te ayudo a sostener la mamadera, vos
jugás con tus deditos entre los míos: roces leves reconociendo formas, y mi
presencia en la oscuridad. Cada vez que sucede, papá se va a su infancia.
Recuerda Martín Coronado, la franja de tierra al costado de la vía y los yuyos
de altura mediana que saludan el tren. Papá recuerda este paisaje porque entre
esos yuyos, en verano, en la noche más pura, volaban infinidad de bichitos de
luz. Yo avanzaba mis manos de pibe entre las luces diminutas: así los roces
leves. Yo, menos oscuro, reconocido por tu vuelo.
miércoles, 29 de enero de 2014
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