Luego de haber
escrito el texto número catorce, sigo el impulso de anotar una especie de
prólogo para estas páginas. Respeto el nuevo impulso. El primero apareció en la
escritura simple, en las ganas de entrar en mi oficio para contarte a vos,
Julia, mi hija, algunas historias. El segundo movimiento es el que da origen a
este texto, porque decido escribir estas líneas cuando siento que las historias
consignadas a tu alrededor murmuran una identidad, una música, una misma sintonía.
La respiración de dicho paisaje interno fue el que me llevó a hacer foco en las
señales que sugieren el nacimiento de un libro.
En medio de este
tránsito recibí dos pareceres que, motivados por la lectura de las historias,
contribuyeron al descubrimiento. Uno de Mónica de La Caramba : Varias veces pensé que podía ser un libro,
y el otro de parte del poeta Rafael Vásquez: Quiero creer que si tu
impulso continúa, su destino será llegar a un libro, algo así como “Primeras
cartas para leerle a Julia”.
Una historia para Julia toma forma en la intención de recoger momentos, sensaciones,
pensamientos, fantasías, para guardarlos en una memoria escrita. Hay en este
libro una única intención: contarnos, dejar testimonio, memoria (sí, una vez
más esta maravillosa palabra), de nosotros: mamá Evangelina, Julia y Edgardo, y
de los momentos en que nos fuimos encontrando.
Puede que parezca un tanto increíble, pero fue
bastante después de iniciada la escritura, que reparé a conciencia en tres de
los versos escritos por José Agustín Goytisolo en su Palabras para Julia, un poema decisivo para nosotros: Entonces siempre
acuérdate / de lo que un día yo escribí / pensando en ti como ahora pienso. Así de simple, escribí, escribo, pensando en vos,
pensando en nosotros tres.