Neruda eligió
mirar el océano, junto a su compañera, desde la tumba. Estuve en la casa de
Isla Negra, frente al Pacífico. John Houston en su última película “Desde ahora
y para siempre”, basada en el cuento “Los muertos” de James Joyce, enfoca la
mirada hacia el amor: sobre algunas tumbas la nieve cae desconsolada. Nieva
sobre Dublín. Cuando supe que yo quería una tumba con forma de pirámide,
deseché la posibilidad del sol rabioso, lo odio, y en cambio imaginé la
eternidad rodeado de aire frío y arropado con nieve. Alejada de la casa, en el
parque, construí yo mismo la pirámide. San Martín de los Andes sería mi
cementerio. Mi mujer se rió. Me miró con lástima. Llegado el momento solo le
pedía silencio y discreción. En la comunidad siempre fui una sombra. Nadie
notaría mi ausencia. Todo quedó dispuesto para mi muerte. Pero la historia al
parecer no fue autorizada por el destino. Morí de forma repentina, casi súbita.
Tuve que dejar mi vida, mis quehaceres en el escritorio silencioso, dejé de
escribir allá en el sur. Ella me dijo que no me aguantaba más. Andate, morí
rápido. Tuve que dejar la casa y mi futura tumba. Planteé enigmas en sus
medidas que a nadie importan, hice mis cuentas como los egipcios, y tampoco se
cumplirán mis pintadas proféticas: soy la prueba del fracaso. Cuando nieva me
hago una escapada y le tomo una foto. En la última, ella y su nuevo faraón
intentan retirarle la nieve. Lo hace con cada nevada para que no tenga ni
siquiera la posibilidad de imaginar el sueño cumplido. Ella sabe que vuelvo del
más allá. Al final, cuando nieva muero entre los árboles.
domingo, 22 de junio de 2014
Suscribirse a:
Entradas (Atom)