Para dejar nuestro registro en el universo hay que
saber elegir, tomar una decisión. Para dejar huella en el cielo cercano, en la
tierra: en una ciudad, y así hasta llegar a la célula madre: el barrio, hay que
saber elegir, tomar una decisión. La vida es velocidad y tironeo constante. A
veces las diferencias de chamuyo son claras; en otras situaciones las palabras
son como niebla sobre el Riachuelo o el Gualeguay: las ideas, las posturas no
poseen un troquelado perfecto, y entonces las figuras parecen cortadas por una
tijera en manos de un pibe de primer grado. Y hay que tomar una decisión en el
mundo de las marionetas y sus amos. Recuerdo que el amigo Salvador afirmaba que
hoy, en estos días, la pregunta obligada se relacionaba con la ética. Fijate de
qué lado de la mecha te encontrás, cantó El Indio. La ética del artista, la del
periodista, la del vecino. Elegir la esquina desde donde mirar el paisaje,
elegir la comida teniendo en cuenta los gustos propios: que no importe tanto la
moneda y sí la cosecha de una identidad. No andar tragando alimento balanceado
para pollos. El Profe Ricardo me dijo antes de morir: Pollo no como, pollo
comen los suicidas. Lo dijo por esto de estar embobados por una luz, sin sueños.
Un pensador de Boedo anotó: Desde que descubrí el camino hacia la luz, no paro
de rebotar contra la lámpara. La vida es elección y tironeo, un partido confuso
en el que hay que tratar de elegir sobre qué pared recostaremos nuestra memoria
y la de los nuestros, con o sin Dios, que ese es un detalle en el alma. Cuidar
la memoria: a resguardo del olvido, de la destrucción.
domingo, 15 de febrero de 2015
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