Julia, seguí enganchado con tu sonrisa, y con
tus ojos. Todos lo dicen: que los ojos son del papá… que esos ojos así… que
esos ojazos… y que esa mirada… Y ocurrió que un día te vi sonreír, y podés
creer, no me perdí en tu labio finito como renglón y la escritura del poema,
sino que en el momento mismo de la sonrisa, y en el momento mismo en que esa
sonrisa que no terminaba y que además traía el saludo cercano de la risa, te
miré exclusivamente a los ojos. ¿Qué vi?, dos líneas finitas, dos guiones
marcados por tus pestañas largas, porque qué pestañas que tenés: son las del
papá, eso también se dice, dos rayitas que me llevaron en vuelo rasante,
urgente, hacia mi pasado de pibito de escuela primaria, allá en Martín Coronado.
Así nomás, hijita, papá se hizo chiquito para encontrarse allá lejos en el
tiempo. Fue en ese instante cuando te dije: ¿Qué hacés, chinita?, porque tenés
cara de chinita, mirá esos ojos chinitos. Y te cuento un secreto, cuando papá
iba a la escuela primaria, sus compañeros le decían “chinito”, y esa cargada nunca
le gustó, hasta hoy, cuando te vi tan feliz y tan chinita.
viernes, 30 de noviembre de 2012
Una historia para Julia (XXV)
Mamá Evangelina
y yo nos miramos sorprendidos. Lo dice ella, lo digo yo: Qué grande que estás.
Hoy cumplís siete meses, pero esta sorpresa de la que te hablo viene desde hace
un tiempito. Pesás lindo, como nueve kilos, medís lindo, como sesenta y cinco
centímetros. Pero la aventura está en tus ojos, en tu mirada. Es en tus ojos
donde se registra el primer movimiento de la sonrisa. Nos avisás, guarda que se
viene. Y sí, viene, llega, acaricia. En tus ojos vemos el reconocimiento cada
vez que te despertás: ah, ustedes otra vez, y como quien hace regalos al pasar,
sea en la penumbra del dormitorio, sea de día o de noche, vos dale que vas de
sonrisa al frente. Cuando se suelta el juego de la sonrisa, desaparece tu labio
superior y se hace finito para fundar un renglón: quisiera ser poeta para
escribirte el amor en una línea. Son tus ojos los que descubro atentos a mis
movimientos, a mi quehacer cuando estoy sentado al escritorio. Siento que algo
me llama y te busco, te veo, a mi derecha, en la hamaca con tu mirada de
queriendo mucho a papá, y entonces, sí, tu sonrisa, tus manos al aire, y a
veces algún gritito. Qué grande que estás, Julia, lo dice mamá, lo digo yo. Qué
feliz que te vemos, y entonces es el principio de nuestro sueño.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)