No hay un
hombre que toque la campana en la puerta de este circo. No. No lo hay. Sin
embargo, pasen y vean. El circo de la crueldad montó su carpa. Todos adentro.
Los viajeros que pasen y vean. La función lleva dedicatoria. Para el pueblo.
Una obra que acentúa anteriores. Una obra que se reescribe para que el hijo del
barrendero muera barrendero. Todos de parado. De pie los avisados. Los atentos.
Los informados. De pie las víctimas mayores. Los desesperados. Los que ignoran el
pasado mientras se los lleva puestos la urgencia del día. Los que no saben de
ideas. Los hombres crédulos que compran la receta del poder. No defenderás
ideas porque todo es lo mismo. Aquellos que creen que mejor es no tener ideas.
Ni de uno. Ni de otro. Ser y estar moralmente orgulloso de creerse apolítico.
Pues ahora, todos, pasen y vean. Tenga el pueblo querido la certeza de que verá
la obra que se eligió representar
bajo la carpa de este circo. Sí. Todos de pie. Todos nosotros. Toda queja será
reprimida ni bien el pueblo pise donde no debe. El protocolo del circo lo
autoriza. Por decreto, ley de dudosa factura, o porque sencillamente se les
canta. Así lo mandan las fuerzas del cielo. Limpiarás las calles de todo aquel
que se exprese en su defensa.
Las sillas
del palco son para los verdaderos dueños del circo. La mejor vista. La mejor
manera de pelechar la riqueza. Los que escriben el guión del payaso asesino.
Sí, claro. Ese mismo. El de la tv. El que parecía tan impresentable. El que
amenazaba con la motosierra. Pasen y vean. Todos, menos ellos, los del palco.
Porque ellos ya saben de qué se trata la función. Ellos están de regreso. Otra
vuelta en la calesita de mandinga. No llegaron desde una lejana galaxia. Vienen
de acá nomás. ¿Quiénes son ellos? Los autores, los que idearon el guión. Ellos.
Los Ellos. Los que cobran la entrada. Los dueños de las rejas. Los que alquilan
trabajadores para que apaleen a otros trabajadores. Y en estas herramientas de
alquiler ni una duda. En automático el disparo en el ojo del otro. Gas hasta
que no puedas ver ni respirar. Una vez en el piso molienda gruesa entre tanta
patada. ¿Los Ellos? Los dueños. Los cipayos. El poder económico. Los que cada
vez construyen la llave que abre de par en par la puerta de la colonia soñada.
Renovados los bríos de la colonia cuando exige el imperio. Así transcurre la
obra en el circo de la crueldad. Apenas un puñado de meses lleva su mientras tanto. Pasen y vean. Que nadie
cierre los ojos. Pasen. Que todos vean para que esta vez nadie olvide la
función. Que después de sufrir el circo de la crueldad nadie, nunca más, olvide.
Agotadas
las escaramuzas en el pasado reciente del payaso, el susodicho entró a pista.
Desde ayer prometía el desierto. He ahí el origen de la arena que va colmando
esta pista de circo cruel. Y ganó. Payaso que promete y cumple. En funciones
desde hace unos meses el payaso electo se exaspera y amenaza. Cumple
desmembrando la esperanza. Pasen y vean al payaso. Que nadie lo olvide. Ya que
estamos dentro del circo, aprovechemos la oportunidad de aprender de una vez
por todas. Será la obra dispuesta un canto a la crueldad. Mientras tanto el
dolor. La destrucción. El temor. El horror. El hambre. La miseria. La no
memoria. La mentira que encierra la burla. Hay que vernos en el susodicho circo.
De pie todos. Muchos esperando una especie de milagro. Pero esta obra no sucede
en el cielo. Ocurre sobre la arena donde habita el león. En el corazón del
desasosiego el que de a poco deja de ir al mercado. Claro que sí, hablo de no tener
la moneda necesaria para comprar la comida. Hablo de vivir lejos de la
carnicería. La verdulería. Hablo de morir lejos de la farmacia donde los
remedios aumentan tanto como el precio del asado. Hablo de la tarifa de la luz
y el gas. Hablo del precio del pan. De mínima esos pequeños horrores cotidianos.
De eso se trata. Así algunos de los actos de esta puesta en escena. Pasen y
vean. Condena de mientras tanto en el
circo de la crueldad. Todos de pie. Ellos sentados. Tildan, los Ellos sí, de
memoria -los Ellos nunca olvidan-, los actos de esta obra que apuntala las
vicisitudes de su historia de sangre. Esa necesidad de que el hijo del
barrendero muera barrendero llevó a bombardear al pueblo en la plaza. Esa
necesidad de desaparecer a aquellos hijos que se resistieron al sistema que
siempre defiende al dios del mercado. Esa necesidad de entregarse al poder
económico del imperio cuando los tiempos del miserable de Anillaco. Esa
necesidad de dar porque es tan lindo dar buenas noticias. Esa necesidad del rey
de amarillo de destruir la vida desde su altura de reposera. Entonces la
aparición del payaso de esta obra de circo cruel, no es la llegada de un
marciano que hoy se le ocurre paralizar la tierra, y transformarla en arena.
Pasen y vean. Mientras a todos nos dejan de a pie. Ah, cierto. No a todos. No
olvidar. A los del palco, no. A los Ellos no. Ellos tildan orgullosos el
accionar histórico de sus mandaderos. Con casco o con Ferrari. Atención, vista
al pasado. Ahora vista al frente. Pasen y vean. Los Ellos no se pierden
detalle. Ya lo dijo el poeta Josecito de la ferretería. En estos tiempos
crueles, el poeta acuñó el término destructivismo.
Luego, el payaso, un destructivista. Y los Ellos, apologistas de la gorra y del
sálvese quien pueda, también destructivistas. Los Ellos medran y se reproducen
en la ignorancia que funda al individualista, que nace en la negación de la
memoria. Los Ellos festejan, afirma Josecito de la ferretería, dentro de las
prácticas asesinas de la barbarie de
mercado. Entonces pasen y vean. Aquí estamos. Aquí nos trajimos y también
nos trajeron. Salú a los medios de
comunicación.
Muerte al Estado.
Meta tajo de motosierra y a la bolsa. Da lo mismo el recorte en jubilaciones y
moratorias, en salud, educación, cultura, ciencia y técnica. Acá tienen ustedes
lo prometido. La obra pública ha muerto. El payaso, en el centro de la pista
avisa que por ello siente orgullo. Quién se atreve a contar a los sin trabajo. Así
el acto rabioso en el circo de la crueldad. Desde el costado de la pista, la
primera écuyère del payaso, evalúa nuestra cara. La caripela de los viajeros
condenados. La écuyère ladra, alienta, y el payaso ahora habla de héroes. Nada
que ver con los muchachos obligados a ser héroes en Malvinas. No. Los héroes a
quien se refiere el payaso son los fugadores de dólares. Aquellos que logran
zafar de los controles del Estado. El payaso se babea de feliz ante su
ocurrencia. La écuyère aplaude ardida en seducción. El drama para el pueblo
está planteado. Desarrollado el puñado de personajes. Vueltas a escena fueron
las recetas liberales de ayer. Cuando no quedó una fábrica en pie. Miles los
desocupados. Los condenados. Es cierto. Jamás con el descaro, la ignorancia y
la burla del payaso que sigue de show en el centro de la pista. Función en el
circo de la crueldad. Pasen y vean. Sí, ustedes, los de a pie. Y que nadie
venga a decir que ojalá al payaso le vaya bien. Porque es un error. Si le va
bien al verdugo, peor para el condenado.
Todo parece
controlado bajo la carpa. Sin embargo, la palabrita aparece. Pero… y entonces sucede un chiflido
general en diversas sintonías. Aparece el chiflido que viene desde la memoria
de la última dictadura cívico militar. Un chiflido desde los 40 años de
democracia cuando, de repente, el payaso pinta su cara en un decreto que
intenta pasar sobre el Congreso. Un chiflido en las calles del paro y
movilización de trabajadores. Y de todos los condenados de la cultura, la
educación. De todo aquel que transita su vida en el mundo del trabajo. Pasen y
vean cómo nosotros, los condenados, resistimos la condena. Uno al lado del otro.
Y en el otro la patria. La resistencia después de la motosierra y la licuadora.
Acaba de terminar la primera y la
segunda parte de la obra. De la misma manera que sucedía en el circo criollo
mientras perseguían a Juan Moreira. Moreira ha muerto. Que viva Juan Moreira desde
esta nuestra oposición al circo de la crueldad. Para poner fin a tantas
injusticias. Que viva lo inesperado en este nuevo quehacer después de la
derrota. Solidarias jornadas donde el pueblo bajo la carpa rompa el silencio de
lejanías. Que baje a la pista. Que grite resistencia y esperanza. Como sucede.
Como ha empezado a suceder en estos meses. Juntos. Todos juntos. De pie por
elección y no por mandato. De pie el vecino, el profesional, el universitario,
el director de cine, el colectivero, el obrero, el recolector de residuos, el
cartonero, el poeta, el que vive en la calle, el comerciante. Todos juntos. La
mano tendida hacia el otro tratando de asir lo mejor de nuestra condición
humana.
El payaso
asesino estalló furioso. Alcanzó a decir que él era tan, pero tan grande, que
se habían tenido que juntar todos para enfrentarlo. Ceguera y soberbia. El
circo de la crueldad tiene final abierto. Así parece. A pesar de la compra de
voluntades en la renovada intentona por ser colonia. Así parece. Ojalá. Permanecer
en la resistencia es, debe ser la idea. Todos juntos.