Ayer pensaba, con la vista puesta en el jardín del
fondo, en la llegada del frío. Mi casa supo estar dentro de una tempestad en
una de esas noches en que la luz ciertamente habita en los cielos. Rayos y
truenos. En los recortes caprichosos del flasheado, el paisaje en la zona de
chacras se desdibuja. Árboles que parecen olas, luces débiles sugieren botes
pobres de condenados pescadores del Gualeguay. Anoto el nombre de mi ciudad y pienso
en Las Tierras Blancas del maestro Manauta, donde todo se transforma salvo la
miseria. Mi casa también estuvo dentro de una niebla fantasma. Era verano, y
recién cerca de las ocho de la mañana, los fantasmas que tiraban del mundo
etéreo comenzaron a izar el barrilete de las almas. Sucede: a Gualeguay también
la habitan sus muertos, los espíritus que se quisieron quedar en ella en lugar
de derivar hacia los confines de la naturaleza. Imagino entonces que con la
llegada del frío, mi casa, donde se refugia el testigo, quedará rodeada, en
poco tiempo, de una brisa blanca, esas brisas que trabajan toda la noche para
dejar crocante el pasto y quebradizo el charquito de juguete. A Julia, mi hija,
le hago tostadas y le digo que es pan con ruido. Estoy ansioso porque conozca
el pasto y el agua con ruido de galletita. Manos chiquitas descubriendo mundos sonoros.
Imagino que el jacarandá y el espinillo serán destino de pequeños silbidos de
escarcha. Silbidos helados avisando en la estación que los días grises han
llegado. La letanía que llega desde el universo de las ranas de la arboleda
cercana, sabrá entender el silbido. Estoy ansioso por volver a pisar pasto
escarchado como cuando caminaba a orillas del ferrocarril Urquiza, en Martín
Coronado, rumbo a la escuela. Todavía llevo al pibe riendo: recuerda el frío
pegado al caminito de durmientes. Madera fuerte bajo un manto de alquitrán.
Cobertura negra y sobre la repostería, la pátina transparente, silenciosa, de
la escarcha. Una brisa blanca llega desde lejos, es la de ayer y es la de
mañana.
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2 comentarios:
Hermosas imágenes!
Es un poema, Edgardo vos sabes que siempre pienso envos como poeta y más cuando describis estos paisajes. Una belleza, es un don eso de escribir poeticamente. Abrazo Leticia.
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