Alabado sea
yo. En desorden palabrero la plenitud de la peor jactancia. Se jacta. El payaso
devenido en topo se jacta. Amo ser un
topo. Amo. Ladra. Alardea. Fanfarronea.
Topo engreído. Fatuo. Vanidoso. Arrogante. Orgulloso. Petulante. Soberbio.
El topo de
la motosierra avisa que su condición anarco capitalista lo lleva a destruir el
Estado. Destruir desde adentro. Desde el andamiaje. Topo presidente, el octavo
pasajero. Una aterradora nave Nostromo, construida con variadas causales, trajo
el bicho hasta la patria. Cortó hueso desde el pecho de la patria. Estalló como
grano maduro. Acunado durante el viaje televisado en directo para el pueblo. En
especial para aquellos acostumbrados a ver sólo el reflejo sobre la cáscara.
Para aquellos que podían pensar, pero que eligieron no hacerlo. Para los que
olvidaron. Para los desesperados. Para los que sólo piensan en ellos. Para
aquellos a los que simplemente les pareció divertido. Para los anclados en el
odio. Alguien que llegara desde el futuro y terminara con el tablero donde se
juegan los días de la patria desde hace más de doscientos años. Porque es tan
sabido que da asco repetirlo. El Estado de la patria -así cuenta la leyenda-
por tv, radio, y las mil magias malignas de las redes de engatusar (sí, porque
antes la tv dijo para el gato) decía que dijo el cuento que el susodicho Estado
era un nido de ladrones. Es más, el Estado es un tacho de basura. Entonces
hacía falta algo payaso, algo topo, un algo motosierra que haga fetas de la patria
mientras marcha a bodega un suculento licuado. Digamos que como el final de una
mala noche de ayer, una banda alquilada de salvajes terminara a las patadas con
los tachos que contienen la basura que señala la tv. Ellos, los medios. A
través de ellos, los Ellos, salen a limpiar en todas direcciones. El juego de
hacer como que hacen y denuncian ilícitos. El pueblo debe saber de qué se
trata. Por eso cuentan la fachada y ocultan la conveniencia. Para que la
resucitada doña Rosa sepa y diga qué barbaridad, y haga cruces en el aire. Que
Dios nos ampare. Que quemaron un auto. Los violentos. Sucedió cuando largaron al
ruedo, cual perros de Tíndalos, la banda salvaje de abollar ideologías tras la manifestación en la plaza del
Congreso. Se cantaba y se puteaba. Que no se vende, que la patria no se vende.
Violenta la cacería de los perros rabiosos. La tercera línea de los mandaderos
de la plutocracia en libertad. Mucho perrerío de oscura estirpe. Demasiado
ladrido entre el pluto de más acá y el otro que agita al topo desde el más
allá.
Las fuerzas
de seguridad federales en la ciudad esperaban la señal de largada. Los meteorólogos
de siempre ya tostaban un auto de un periodista a varias cuadras de la plaza.
Un grupo de diputados de la oposición se acercó hasta una fila de defensa de la
policía. Muy cerca del Congreso. Sin mediar palabra alguna, ni acción violenta,
los representantes del pueblo fueron rociados con gas pimienta en sus caras.
Llegó la orden a los meteorólogos para que al fin hicieran su magia con el
clima. A tirar piedras se ha dicho. Los infiltrados cumplieron con el show y
las fuerzas de seguridad dieron libertaria labor a las escopetas cargadas con
munición de goma. Libertad libertaria a los rociadores de gas directo a los
ojos de los que puteaban y cantaban. Suelta de libertarias granadas de humo
lacrimógeno. En medio del zumbido de una caballería motorizada. Que te paso por
encima. Que te disparo. Que no importa que no estés haciendo nada. Porque hoy
hago aquello que me gusta hacer. Orden y proceder. A salvo de toda duda moral,
el cascarudo no piensa en nada. Arremete. Un ciudadano sin hermanos ciudadanos.
Llega la orden. A cazar. Todos a cazar. Abierta la temporada. El topo ladra que
sí. La Pato húmeda de emoción dice más, empuja a más.
regresa el viejo de la bolsa / pisa el cemento de la avenida / salta desde la moto
de la policía / lleva bolsa mala de cuento de terror hecho realidad / lleva
escopeta con postas de goma / y lleva permiso de jaula / trampera para un
puñado de jilgueros cantores / sueños ideas derechos humanos / viejo con mala
bolsa que se aplica al instructivo / aroma la represión como si fuera siesta de
verano / a vos a vos a vos a vos a vos y a vos / señala al boleo y enjaula para
mejor ejemplo / ríe mientras se escribe el aviso / atenti que a cualquiera toca
/ noticia en proceso / detalles de la cacería / de regreso está el viejo de la
bolsa / ahora vuelve a la moto / algo dice al policía que conduce / cuando la
escopeta escupe un cartucho vacío
De pibito
supe de la existencia amenazante del viejo de la bolsa. Al menos era el aviso
de reserva ante el desconocido. Un vislumbre del miedo. Aquel cuento leyenda
que bajaban los padres. Digo que hoy pienso en la pena que me provoca la imagen
de un viejo llevando, quizá, todo su refugio en una bolsa. Pienso en las
trampas escondidas en la ruleta de los días de la vida. Pero claro que hoy
existe una aplicación distinta. Aunque en sustancia el resultado sea el mismo.
Las víctimas a la bolsa. Una amenaza cierta. Porque acaba de suceder. La
amenaza no es un viejo. Es una banda de alquiler que no duda en el momento de
levantar a sus víctimas. Son los brazos mecánicos de las naves marcianas en la Guerra de los mundos de H.G.Wells.
Así escribí
hace una cantidad de días. Hasta “Wells” escribí cuando algo en mi interior
detuvo el decir. Nunca, hasta ahora, había dejado inconclusa una mirada
escrita. Habrá pasado un mes en suspenso. Ahora estoy de regreso. Observo. Sigo
el relato. Releo desde dentro del plano general que cuenta el paisaje dolido de
mi patria.
Como si
recibiera un pelotazo en la boca del estómago. Quedo sin aire. Escucho la
radio. Sigo sin poder creer el sucedido. Voy sin aire. Me arrastro sobre la
página en blanco. Pienso. Sucede en cada día. Es el precio de estar informado.
De andar por el barrio a consciencia despierta. Escribo. Sigo el impulso. Voy
tras un puñado de líneas. Casi sin pretensión. Una brevedad. Otra más. Una
brevedad que busque fijar una mirada. Un momento. Un pensamiento. Esa necesidad
de decirme. De decirnos. La necesidad de guardar en la memoria. Para nunca más olvidar.
que nadie haya recordado parece mentira // corta el filo de una historia mala / mano cruel de
falsedad libertaria / roba la palabra // luego dispone el tajo asesino / dios
conocido el odio el argumento / la no idea de tiempos tristes / filo de
encandilar / reflejo salvaje veloz / mientras derrama la primera sangre / pasen
y vean las ofertas de mercado
Había
anotado más arriba que el payaso devino topo. Motosierra y licuadora. Amenaza.
Grita. Se descontrola.
un carajo / otro carajo / y otro carajo más / tres carajos avisa / amenaza el
payaso / me importa tres carajos // que
a cuánto tu carajo? // oculta el índice de riqueza / el cruel y su circo / grita
defiende muerde / sostiene el piolín remonta / (siempre entre vientos la
historia) / en alto el reparto injusto / que colores opuestos pugnan en este
barrilete // mal ladra el payaso / un carajo / otro carajo / y otro carajo más
/ tres los carajos de esconder
Una
brevedad intenta ser búsqueda y encuentro. Dentro y fuera de nosotros la
patria. Cada uno la patria. El otro es la patria. Soy la patria del otro.
Búsqueda y encuentro en la brevedad. Un intento más de resistencia. También de
permanencia para denunciar la crueldad de este mientras tanto.
invierno de cemento y viento anónimo / de nada sirve / cartón ni colchón de descarte / ni
parecita techo en la ochava ni bajo autopista / cuando hay muerte en la ciudad
/ de nada sirve / escribir esta brevedad de dolorosa urbanía / que anota sin
embargo en la historia / que abandonados en su último refugio / muertos fueron
seis hombres / en maldita noche anarco capitalista / avisa noticia la voz de la
radio / crónica cruel / sucedidos del sistema / mientras las calles heladas