Ya te había hablado de la memoria, de ese
lugar que vamos construyendo con los recuerdos, y ahora otra vez aparece la
palabrita, el lugar, porque la memoria es palabra y lugar, es refugio amigo,
nuestra casa, es la panza de mamá y el misterio. Hoy es viernes y estoy solo en
casa. El miércoles a la tarde mamá Evangelina te llevó a Gualeguay, a la casa
de los abuelos Olga y Gustavo. Desde que naciste que mamá te quiere llevar a su
barrio, para que veas las calles por donde ella anduvo desde que era bebé hasta
que fue una mujer. El miércoles se fueron porque además, por trabajo, mamá
tenía que ir dos días a Rosario, que queda a tres horas de viaje desde
Gualeguay. Escribo mientras estás en Rosario, a tus cuatro meses. Las tres viajeras,
porque las acompaña la abuela. El sábado vuelven a Gualeguay, y el lunes, después
del mediodía, viajo para encontrarme con ustedes. Vamos a caminar por la orilla
del río, vamos a ir al Náutico, vamos a comer pizza en la Apolito. Vamos a ir a
esos lugares tan queridos por mamá Evangelina. Así como ya estuviste en mis
barrios, Boedo y San Cristóbal, hoy te toca saber del barrio de mamá. Así es
como se construye la memoria, respirando aires diferentes, escuchando nuevos
sonidos. La memoria es amiga, Julia, tan amiga como la lluvia, como las
palabras. Y además, la memoria sirve en momentos como este, en que me siento al
escritorio para escribirte, en soledad, sabiendo que no estás, porque en la
cuna no hay señales de que te despertaste, porque tus muñecos amigos mantienen
en calma sus posiciones de trapo, porque no estás en mis brazos, porque me
faltan tus sonrisas en directo, pero claro, tengo la memoria, y en ella, desde
ella, las veo, las tengo, las beso, siempre conmigo, porque estamos en Boedo,
San Cristóbal y Gualeguay, porque estamos en nosotros, porque felizmente somos
memoria.
viernes, 31 de agosto de 2012
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