Mamá Evangelina
y yo nos miramos sorprendidos. Lo dice ella, lo digo yo: Qué grande que estás.
Hoy cumplís siete meses, pero esta sorpresa de la que te hablo viene desde hace
un tiempito. Pesás lindo, como nueve kilos, medís lindo, como sesenta y cinco
centímetros. Pero la aventura está en tus ojos, en tu mirada. Es en tus ojos
donde se registra el primer movimiento de la sonrisa. Nos avisás, guarda que se
viene. Y sí, viene, llega, acaricia. En tus ojos vemos el reconocimiento cada
vez que te despertás: ah, ustedes otra vez, y como quien hace regalos al pasar,
sea en la penumbra del dormitorio, sea de día o de noche, vos dale que vas de
sonrisa al frente. Cuando se suelta el juego de la sonrisa, desaparece tu labio
superior y se hace finito para fundar un renglón: quisiera ser poeta para
escribirte el amor en una línea. Son tus ojos los que descubro atentos a mis
movimientos, a mi quehacer cuando estoy sentado al escritorio. Siento que algo
me llama y te busco, te veo, a mi derecha, en la hamaca con tu mirada de
queriendo mucho a papá, y entonces, sí, tu sonrisa, tus manos al aire, y a
veces algún gritito. Qué grande que estás, Julia, lo dice mamá, lo digo yo. Qué
feliz que te vemos, y entonces es el principio de nuestro sueño.
viernes, 30 de noviembre de 2012
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