Pensamiento uno

Desde que descubrí el camino hacia la luz, no paro de rebotar contra la lámpara.















UPCN Feria del libro 2018

UPCN Feria del libro 2018
Presentación de "La marca de Gualeguay 1".

Pensamiento dos

A tener en cuenta: la felicidad es un arte efímero.

jueves, 11 de julio de 2013

Una historia para Julia (XLIV)

En el comedor está el baúl de madera que hicieron los tíos Marta y Juan. Sobre el mismo teníamos algunas bebidas (ya las mudamos), y tenemos una planta muy linda, una foto tuya de tu primer día de vida, y una de las lámparas más lindas que hizo el tío Juan. La lámpara tiene dos bornes dorados y permanece desenchufada hasta que necesitamos encenderla. Desde que iniciaste las caminatas lunares por la casa, el baúl fue una especie de imán: debido a que estaban las botellas y unas copas, y a que era una superficie que quedaba de maravillas para tu altura. Mamá Evangelina se dio cuenta de que uno de los bornes estaba flojo. De vernos aprendiste rápido a que todo lo que sobresale en una superficie puede muy bien girar. Por eso los dedos de tu manito giran y giran sobre toda clase de utensilios. Cada vez giran con mayor precisión y el borne, el tornillo de caripela dorada flaqueó en su labor de ajustar. Otra acción que aprendiste es a pasar un trapo o una servilleta de papel sobre la mesa o tu silla para comer. Nos ves limpiar, y vos limpiás. Mamá te tejió una bufanda corta de color fucsia. Siempre estamos atentos a tus aterrizajes sobre el baúl debido a que tu foto tiene marco con vidrio, y por el detalle citado de la lámpara. La otra noche andabas con la bufandita en la mano. Llegaste al baúl y comenzaste a acercarte a la lámpara. Sabés que no hay que tocar, pero te acercabas. Comenzaste a limpiar todo aquello que había cerca: el baúl, el borde del corralito, un libro, y seguías acercándote en busca del borne que gira. La limpieza llegó a la lámpara. A cada momento me mirabas para saber si yo te espiaba, y sí, mi mirada era explícita. Vos dale que dale con la limpieza. Me volvés a relojear y entonces disimulo mi control. Enseguida largás la bufanda y tus deditos inician la labor. Te dejo hacer unos instantes, y vuelvo a mirarte. En un segundo tu manito estaba nuevamente sobre la bufanda y limpiabas con afán admirable. Tenés catorce meses, aprendiste muchas cosas, siempre estás atenta, tu mirada avisa de que en vos vive la inteligencia, por eso, de manera tan inteligente, hija, a tan corta edad ya aprendiste a hacer algo muy necesario en esta vida. Te miro y me digo: Julia ya aprendió a hacerse la boluda.

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