Conocí a
Liliana Moreno en noviembre 2018. Entrevistaba a la hacedora del universo Pan y
Arte. Una romántica, una soñadora aguerrida, que daba la pelea en medio de la
primera pandemia, la neoliberal. En la charla: el teatro, la sala, su propio
quehacer como actriz, sus comienzos en Mendoza, Buenos Aires como meta, y Boedo
como refugio querido. Pero hoy la noticia es el cierre de Pan y Arte. La
pandemia del virus, la segunda, completó la representación triste de estos
tiempos complicados.Foto de M. Bellocchio
¿Cuáles las
palabras de Liliana Moreno?: Hubo
circunstancias que nos cambiaron a todos. Venía embalada con el proyecto
artístico, en mejorar lo que estábamos haciendo. Fue conflictiva la llegada de
la pandemia, 19 de marzo. Teatro y restaurante dejaron de funcionar. Quedamos
sin un peso y con deudas. Había que pagar los sueldos, el gas, impuestos, la
luz que todavía debo. Veníamos mal. Sostener una pyme es casi imposible.
Funcionan las multinacionales. Desde Mendoza vino mi hija Paloma a ayudarme
porque me veía mal, y aún sin pronóstico de pandemia. Y luego todo lo vivido en
el aislamiento. Estaba el personal. El tema era que no teníamos dinero en
efectivo ni cómo generarlo. Estuvimos un mes comiendo las cosas que habían
quedado en las heladeras. Y Germinal, mi hijo, me dice que así no podíamos
seguir. Algo había que hacer. Pensó en habilitar la venta de verduras
orgánicas. Consiguió una persona que nos dio la verdura sin tener que pagarla.
Si vendíamos se pagaba. Empezamos tipo almacén, y eso nos ayudó a sobrevivir y
a poder pagar algo a la gente. Nada que ver con lo que era. Era una empresa en
quiebra. El teatro imposible; aún lo es. Quizá se podría sostener la sala con
clases, con los subsidios. La ayuda está bien, pero no alcanza. Nosotros
hicimos una función, la última, de un grupo que vino de Mendoza. Quedaron tres
mil pesos, hay que pagar técnicos, boletero. Imposible. Hoy pienso que no puedo
seguir con el teatro a costa de mi propio cuerpo, tengo que ser realista. Mis
hijos me han ayudado a que baje, y a no exigirme más de lo que puedo. Quizá
vender, se verá.
Llegar a la
decisión: Primero fue recuperarme de un
accidente que tuve en marzo de este año. Fue una bisagra. Con terapia, analizando
cómo tenía que seguir. Eso ayudó a decidir que tenía que ponerle fin a un
proyecto que llevaba más de 20 años. Y me ha costado muchísimo decir que “ya
está”. Mis hijos me han ayudado. Lo que viene, no sé.
Los primeros movimientos: Se alquiló el local, el resto, la vivienda y las salas, todavía no se decidió qué hacer. Mi hija tiene algunas ideas.
Agrega
Paloma: Nos gustaría que alguien continúe
con el teatro, o tal vez como escuela, productora, ya que el lugar así está
dispuesto. La sala chica la pintamos de blanco, y con un set de luces, la
pensamos más para formato audiovisual. En el primer piso hay varias
habitaciones; un lugar que siempre recibió amigos, artistas. Podría funcionar
como residencia. O sea estamos viendo qué sucede con los lugares. A veces están
predestinados. Del local ya nos fuimos, pero en la parte de atrás estamos
haciendo una nueva sala, está quedando un lugar muy lindo, y tenemos idea de un
café con música, teatro, performance. Es contrafrente, no tiene el sonido de la
calle. Una propuesta retirada de la avenida.
Otro Boedo:
La peatonal, que ha favorecido al área
gastronómica, también ha cambiado la identidad del barrio. Hacer teatro a la
calle es complicado. Mucho ruido. Ya no es posible coordinar con la Red de Cultura,
es decir, hasta tal hora tal movida porque están los teatros. El barrio está
muy comercial. Boedo pos pandemia es otro Boedo. Entiendo la situación, pero me
siento extraña. No me siento parte de este hoy de Boedo. Extraño el Boedo que
conocí. Sería hacer fuerza en algo que la inercia lleva para otro lado. Y
bueno, se está yendo hacia un centro comercial, alquilaron el local para
kiosco. Nosotros siempre hemos mantenido un contacto más íntimo con el cliente,
con el espectador. Por eso mis hijos piensan en el reducto del fondo, donde poder
encontrar intimidad o sutilezas de otro tiempo.
Memoria y
pensamiento: Recuperar la identidad con
los artistas del barrio, porque Boedo hoy es centro de atracción porque
trabajamos nosotros. Pan y Arte fue el primero en sacar mesas a la calle, a tomar
la vereda; se armó la mesa de publicaciones, nació el periódico, los libros,
empezaron a aparecer muchos teatros. Pero hoy están los que tienen el poder.
Creo que hace falta una buena retirada para pensar los tiempos que vienen. Confrontar
hoy es muy difícil. La rebeldía tiene que ser por el lado de la poesía.
Inevitable
pensar -y traerla a escena- en la Resistencia Poética propuesta durante la
pandemia por el amigo poeta José Muchnik. Liliana se suma a la bandera de José:
Es bueno y necesario saber de qué va este
mundo. Algo que ignoran demasiados ciudadanos. Hoy queda la resistencia
poética, me parece que es eso, es por el camino del arte. Y quiero quedarme ahí.
Otro tipo de emprendimiento, que no sea artístico, no me entusiasma para nada. Ya
no es tiempo para mí, no me interesa, quiero tener tiempo para seguir soñando,
quiero otro tipo de conflictos, los del alma. Es una decisión y estoy contenta.
Quizás el terreno es más onírico, espiritual, intangible, pero muy valioso.
Miradas en pandemia: La pandemia nos hizo ver que hay muchas cosas que no son necesarias, renunciar al consumo es también una batalla. Aquel que quiere seguir viviendo como antes, no entendió nada. Es un proceso, hay que ver que decante, y si no nos cambia, no nos transforma para darnos cuenta de qué es lo importante, no sé… importa esto: el encuentro, las personas. Es difícil tener el pan de todos los días, lo sé. Y qué va a pasar con toda la gente que ha quedado marginada del sistema. Veremos cómo nos reconstruimos. Siempre encontramos las maneras, así trabaja la imaginación del pueblo.
Esas ganas
de seguir sobre el escenario: Tenía que
ser objetiva, no puedo sostener un sueño de antaño con la realidad de hoy. Hoy
quiero hacer teatro y no sostener espacios. Quiero actuar, estar con gente de
teatro, no gestionar proyectos, sino siendo convocada, como me está pasando
ahora. Estar en lo creativo, lo artístico. El hoy te hace sentir solo. Es muy
difícil lo colectivo. Todo atentó. Desde el barbijo al no encuentro. Habrá que
esperar que bajen las aguas, y recuperarme. No tengo claro lo que viene.
Quizá en
Mendoza natal buscando aquello que perdió en Boedo: Soy mendocina de pura cepa, y hay algo que la pandemia me trajo, el
estar centrado en uno, y ese silencio interior, ese poder repensarse quién es
uno, dónde está el deseo, o sea, empecé a tener deseos de volver a mi tierra,
volver a la paz del pueblo. Fue muy solitaria la pandemia, pero en un punto muy
interesante: el espacio de silencio para cocinarme, no andar a las corridas, me
gusta esa sensación de estar conmigo. Allá hay amigos y teatro. Estoy invitada
a actuar con ellos. Mendoza puede ser un lugar al que retorne.
Desprenderse
de Pan y Arte: Fue un duelo, me costó, no
lo decidí y ya, un proceso interno hasta que pude soltar, mucha melancolía,
tristeza, y aceptar que se terminó. Me permito vivir el epílogo de mi vida como
se me cante.
Así el pan y el arte con que Liliana Moreno habla de aquello que ya no es, y que, sin embargo, sigue siendo.
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