Pensamiento uno

Desde que descubrí el camino hacia la luz, no paro de rebotar contra la lámpara.
















Edgardo Lois x Alejandro Lois

Pensamiento dos

A tener en cuenta: la felicidad es un arte efímero.

domingo, 14 de septiembre de 2025

Colisión


 

La colisión sucedió. Una colisión sucedió. La colisión sucedió en la mañana. Una colisión sucedió en la mañana. Sucedió ella en la mañana. La colisión, dice la periodista desde la radio, sucedió en la cercanía de tal estación de ferrocarril. Se dan hipótesis sobre la demora en el restablecimiento del servicio. No hay otra información.

Una colisión es el choque de dos cuerpos.

Una colisión como al descuido sucedió, cuando yo era muchachito, en la barrera de la estación Martín Coronado del ferrocarril Urquiza. El conductor apurado. Las barreras bajas. El auto adelanta la trompa. Llega el tren. Un poquito para adelante y algo metal del auto se engancha en otro algo metal del tren. El tren es arrastre. Estrella el auto contra la punta de la estación. El auto es pura llama. Nadie alcanza a salir. Los viajeros que, sobre la estación, esperaban la llegada del tren que los debía llevar a Federico Lacroze, son testigos de las consecuencias de la colisión.

Aún me veo caminando hacia la estación de Villa Bosch. Antes de la estación vecina había un paso a nivel sin barreras. El primer vagón del tren estaba en llamas. Había sido fuerte la colisión con el Fiat 600 que ardía a un costado de las vías. A medida que me acercaba al lugar podía ver más detalles. Un cuerpo tirado en la vía. Tapado con una lona. Aún veo el pie que la lona dejaba al descubierto. Media marrón y sin calzado. Una colisión. Otra más. Había colisiones y para los pibes del barrio ir a ver era un juego. Chocó el tren. Y entonces uno preguntaba contra qué chocó el susodicho tren. Había que saber y ver. El título era que había chocado el tren. Distinto era cuando se trataba de un suicidado. El título era que se había tirado uno.

Salir de casa como todos los días. Pero no. Cómo será dar el primer paso. Es un día distinto. Será paso o saltito corto para cambiar la senda. Quién puede adivinarlo. Un salto hasta el cielo desde una rayuela dibujada en la vereda, como cuando era pibe. Por última vez fue el desayuno con lo poco que había en la casa. Una taza con mate cocido. Acomodarse el abrigo, que el frío sea a su debido tiempo. Caminar por el pasto y los yuyos del costado. Las vías sobre el terraplén, en su altura. Ni muy cerca. Ni muy lejos de la estación. Subir hasta los durmientes y los rieles, desde el caminito que corre a la par de las vías que llegan hasta Federico Lacroze, desde la esquina siempre libre de curiosos en el otro lado de las vías que llevan hasta la zona de Campo de Mayo, desde el triangulito que los decididos elegían como escondite previo al paso del tren llevador. Eran. Fueron más hombres que mujeres. Vecinos de los alrededores de la estación. Mejor que sea cerca de casa. Una vida no se descuenta de un día para el otro. Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir, y al fin andar sin pensamiento. Barrio de trabajadores, de obreros, de amas de casa, y mucho piberío. Cada tanto había alguno que andaba con mejor moneda. Ese universo todo giraba alrededor de las vías del tren que llegaban hasta el centro comercial de la localidad de la Provincia de Buenos Aires. Así era para andar sobre la tierra. Así era cuando se hacía la urgencia, cuando pintaba el no va más y el ñato enfilaba con rumbo de cielo. 

Del otro lado de las vías el terraplén era más empinado que del lado del caminito. Había que tener la fuerza necesaria en el momento de la decisión. Era cuestión de dar los trancos por los peldaños de una escalera corta esculpida en la tierra misma. El suicida venía por el asfalto, y en un instante ya estaba arriba. La maquinaria de la mañana estaba en marcha. En cambio sucedía algo distinto en el triángulo de los suicidas. Era un espacio físico ubicado en el cruce exacto de las tierras del ferrocarril y el asfalto. Había plantas. Hoy lo imagino como si hubiera sido una plaza. Una plazita para uno, para que pasen de a uno. Imagino un banco de madera. El triángulo como lugar de reflexión. De despedida. Desde la vía, desde donde podría descubrir el movimiento extraño, el conductor del tren no la tenía fácil. Había, en la cercanía de las vías, un modesto cañaveral. Una vez abandonado el banco, el triángulo conectaba con el terraplén. Solo faltaba la fuerza necesaria. Los trancos. Las zancadas. La frenada del tren. El nacimiento de una nueva ausencia.

Me llamó la atención el suicidio de una mujer del barrio. Una linda mujer que a veces visitaba a una amiga, que vivía al lado de mi casa de infancia. Vivía con su madre. En una esquina. El frente de la casa no se veía tras las altas ligustrinas. Recuerdo que me dio pena cuando me enteré. Igual ahora en esta escritura.

Y pena me da el recuerdo de un nenito de unos diez años. Su casa sobre la calle asfaltada que está frente a las vías –sigue estando, cada vez que viajo a Martín Coronado, miro y recuerdo- quedó abierta una mañana. Libre la puerta de calle. Un descuido. El nenito era un tanto especial. No se dio cuenta. No supo. No volvió después del paso del tren.

Cada vez que regreso a esos tiempos me veo cruzando las vías. Acostumbrado. Sin miedo alguno. Había que prestar atención, pero un tanto de taquito. Pisar las piedras trituradas del granitullo. Pasar por encima del primero de los rieles, luego pisar los durmientes. Desde allí elevar la pierna hasta la madera que cubría el temible tercer riel. Era el riel electrificado. De pie en la madera dar un salto hasta la otra madera, la que cubría el tercer riel de la vía. Luego saltar hasta el durmiente y salir.

Hace años que soy un hombre de radio. Escucho durante el día. Es de otro mundo en la noche. Nada de redes sociales. Tampoco televisión. Además nada que pueda causarme un gasto. Estoy informado. También quebrado. En la radio y escuchando con atención se descubren las palabras de moda. Sucedió entonces que hubo una primera vez que escuché la palabra. Pero esta no era una moda. Tenía. Tiene otra intención. En la estación tal del ferrocarril tal se produjo una colisión. Y acto seguido la información adicional sobre el servicio. Y otra vez escuché la palabra colisión. Y otra. No se daba detalle sobre ninguna persona. No había auto, moto, camión ni camioneta asociada. Había una víctima. La víctima en la misma soledad que hasta la vía del tren la había traído. ¿Chocó con el tren? No. Se produjo una colisión.

No sé desde cuándo se usa colisión para no decir suicidio. Como si el sonido que produce la palabra limpiara de impurezas la escena. Como si fuera menos dolorosa. Ferrocarril tal no funciona por colisión. Un fenómeno nuevo. ¿Una colisión no mancha con sangre como sucede con el suicidado? Una colisión es sin familia, sin casa vacía, sin desesperación. Aquellos que escuchan la radio no piensan que detrás de la colisión hay un hombre, una mujer, que simplemente no aguantó más.

Una vez descubierto que colisión era una salida elegante para una tragedia, acentué mi atención en los micros o columnas donde se informaba lo ocurrido en las calles y rutas, y en las frecuencias de trenes y demás servicios. Casi siempre hay una colisión.

Es cuando pienso en estos tiempos violentos donde la libertad que avanza mata, estos tiempos en que el payaso emisario del anarco capital practica barbaridades que lastiman con solo pronunciarlas.

Las desesperaciones se juegan sobre el paño verde de esta vida. La mayoría del pueblo tiene problemas. No hace falta más que salir a la calle en el frío. Ver a los que duermen en los cajeros automáticos sobre un pedazo de cartón. Pienso en cuántos habitantes del pueblo no tienen la posibilidad de la comida y el techo. Dónde hay un mango, viejo Gómez, los han limpiao con piedra pómez.

Escucho la radio y dan el informe de los servicios. Ferrocarril tal mantiene un diagrama de emergencia por colisión en la estación del destino cruel. El número de los que colisionan, los que se descuentan, los suicidados en estos tiempos dolorosos va en aumento. Nadie lo dice. Es cuestión de prestar atención.

El tren pasa. El tren lleva. Cerca de una estación cualquiera. Avisa la radio, con la palabra limpia, que acaba de producirse una nueva colisión.

No hay comentarios: