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Desde que descubrí el camino hacia la luz, no paro de rebotar contra la lámpara.















UPCN Feria del libro 2018

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Pensamiento dos

A tener en cuenta: la felicidad es un arte efímero.

miércoles, 18 de julio de 2012

Amistad y pincel: una memoria de vida


Rolando Lois y Néstor Berllés en el Museo Pompeo Boggio (Chivilcoy, 1993)

Néstor Berllés y Rolando Lois exponen en SAAP (Viamonte 458) del 17 al 31 de julio.

Hace unos cuarenta años, los malabarismos propios del juego de la vida hicieron coincidir en un mismo tiempo y espacio, los caminos de dos artistas plásticos. Las salas de exposición fueron los primeros lugares de encuentro. Después vino el café y la charla. La coincidencia se hizo fuerte en la filosofía artística que los identificaba: la pintura figurativa, a veces geometrizada, que a través del tiempo y el trabajo decantará en un último gesto: el paso de la figuración a lo abstracto. La unión también se dio en las ideas políticas, siempre a la izquierda del dial. Después llegó el tiempo de compartir exposiciones colectivas en la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, en la Asociación Estímulo de Bellas Artes, en el Museo Pompeo Boggio de Chivilcoy. De hecho, hasta el momento, su última exposición fue en octubre del año pasado en el Boggio. Compartieron también la comisión directiva de la SAAP en 1986. Durante la última dictadura, época dura para la SAAP, los dos ofrecieron de forma gratuita sus otros oficios para mantener el edificio de la institución: uno carpintero, el otro pintor. De manera mutua frecuentaron sus talleres y establecieron un sustancioso cambio de figuritas sobre el maravilloso quehacer del señor pincel. Para sus encuentros elegían el hoy desaparecido bar Florida, en Viamonte entre Florida y San Martín, donde ahora se levanta el Centro Cultural Borges. Al bar concurrían otros pintores amigos: Cachete González, Héctor Tessarolo, Julio Giustozzi, Antonio Garrido, el negro Pascual Suárez, que se llegaba desde General Rodríguez, Eolo Pons, Hugo Griffoi. Las reuniones se hacían los viernes, y sucedió que de forma inevitable los fueron mudando de café: hubo otro refugio sobre Viamonte. Porque es sabido el problema eterno de los artistas cuando de boliche se trata: mucho color y firulete con filosofada a la carta, tertulias muy lindas de ver y referir, pero a la larga les dan el olivo: ocupan mucho espacio y consumen poco.
Después de una vida de amistad y arte, los dos artistas plásticos: Néstor Berllés y Rolando Lois, al fin sus nombres, vuelven a presentar, a partir de la confluencia apasionada de su trabajo y los días, una muestra de su arte.
Desconozco si algún artista habrá podido pintar sobre una tela la apariencia de la memoria, pero sí estoy seguro de que Berllés y Lois le han hurtado una sonrisa  a la dama con la construcción de una amistad basada en el respeto de los sentimientos y las ideas. De esta manera se trabaja el arte mayor: la vida misma. Néstor Berllés murió en 1996, su arte sigue siendo su arte, Ana María sigue siendo su compañera, y mi viejo, Rolando, sigue siendo su amigo, su compañero.
Hoy, como ayer, vuelven a exponer en Buenos Aires.

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