Mientras descubrís estos tiempos de vida
gualeya, vos y yo guardamos una ceremonia, un guiño que nos hace felices. Tiene
que ver con la música. Vos estás jugando: en lo que sea: dibujando, paseando a
la mona Jacinta. Si estás muy entretenida y me lo permitís, aprovecho y escribo
en la computadora. Por lo general esto sucede de mañana, mientras mamá
Evangelina trabaja en el estudio. A veces busco la música que tengo almacenada
dentro de mi herramienta, y sin avisar, toco la tecla indicada. Tus manos se
detienen, me buscás con la mirada, te parás y te acercás. Estás a mi lado, muy
sonriente mi Julia. Te miro y vos estirás los brazos: querés upa. Así empieza
lo mejor: te alzo, apoyás la cabeza en mi hombro, trato de pasearte al ritmo de
mi blues, digo que trato porque papá nunca bailó, y entonces es medio de
madera, pero te juro que con vos en brazos tengo la sensación de remontar este
sueño en un barrilete. Descubrís tu cara para mirar tu manito izquierda, que
juega en el aire al compás de la música. Yo espío tu perfil mientras sumo mi
mano al juego de la tuya. De felicidad está hecho tu retrato. Nos alejamos de
la computadora, regresamos: felices durante dos o tres blues: Eric Clapton, B.
B. King, Johnny Winter, Buddy Guy, Steve Ray Vaughan, Otis Spann, Freddie King,
Pappo. Tu felicidad en mis guitarras, en mi blues, en la sintonía de mi abrazo.
Como si bailáramos, pero en barrilete.
jueves, 13 de marzo de 2014
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