En marzo de este año, ahora, en estos días,
Julia querida, comenzamos a construir nuestra casa. Mamá Evangelina y papá
trabajaron siempre, antes y después de conocerse. En ese pasado no tan lejano,
trabajar siempre no significaba tener una casa, comida, educación y salud. Mamá
y papá son trabajadores que sin el apoyo del estado no podríamos estar levantando
una casa. El estado debe apoyar la posibilidad del crédito: la gente empieza a devolver
el dinero prestado desde el momento en que habita la casa. Esto es fundamental,
pocos trabajadores pueden pagar el alquiler del lugar donde viven y la cuota del
crédito por la construcción de la vivienda donde van a vivir mañana. Para que exista
la posibilidad de este tipo de crédito, tiene que haber en el gobierno del
estado: personas que piensen en el otro. No siempre se piensa en los demás
desde la altura del poder. Tenemos hoy la suerte de vivir un tiempo distinto, ¿imperfecto?,
sí, pero con señales donde aparece el registro de lo humano y lo solidario.
Quiero contarte que el artífice de la obtención del crédito, de preparar los
papeles, de tener todo en la cabeza y de ser insistente, es mamá Evangelina. Yo
la acompañé, estuve a su lado, sí, pero es ella quien lo hizo posible. Estoy
orgulloso de ella, y soy doblemente feliz: por contarte de mamá, y por contarte
de esta realidad. Soy feliz porque mañana sé que vas a tener tu casa, pero no
por una cuestión puramente económica, se sabe que esto es importante, pero ante
todo, mi felicidad es porque vas a poder hacer tuyo un lugar. No vas a tener
que andar de mudanza en mudanza por el alquiler de distintas casas. Vas a poder
hacer “tuya” la sintonía de un lugar: tu casa de infancia, esa que te vas a
llevar en el alma cuando emprendas tu propio viaje.
jueves, 13 de marzo de 2014
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